ACTO 1
ESCENA 01 – “NADA SE CREA NI SE DESTRUYE...”
ESCENA 02 – “EL ENSAYO GENERAL”
ESCENA 03 – “APERTURA”
ESCENA 04 – “SUEÑOS Y PROMESAS”
ESCENA 05 – “EL PARAÍSO DE LOS PROSCRITOS”
ESCENA 06 – “CICATRICES MAQUILLADAS”
ESCENA 07 – “JUSTICIA POÉTICA”
ESCENA 08 – “VIVIR ES VIBRAR”
ESCENA 09 – “LA MASQUERADE”
ESCENA 10 – “GLORIA Y ABISMO”
ACTO 2
ESCENA 11 – “EL PRECIO DEL ALMA”
ESCENA 12 – “LA SOMBRA DE LA TRAICIÓN”
ESCENA 13 – “LA REBELIÓN SILENCIOSA”
ESCENA 14 – “EL JUEGO DE LAS SILLAS”
ESCENA 15 – “MÚSICA CALLADA”
ESCENA 16 – “EL ESPEJO ROTO”
ESCENA 17 – “LA ÚLTIMA JUGADA"
ESCENA 18 – “UN CRIMEN INOCENTE”
ESCENA 19 – “LA RESISTENCIA”
ESCENA 20 – “...TODO SE TRANSFORMA”
En la oscuridad de un escenario vacío, una niña huérfana hace sonar su pequeña flauta de pan mientras vende periódicos por las calles del Barrio Chino. Con un tono cáustico y poético, nos introduce en el universo de La Criolla: un templo de perdición y belleza, donde conviven la miseria y la música, la transgresión y la verdad. Con ironía y lucidez, cuestiona la condición humana y dedica esta historia a las almas indomables que, a pesar de haber crecido en la oscuridad, deciden brillar. Esta escena no es un recuerdo ni un flashback: es una invocación. El inicio de una celebración que quiere hacer estallar la vida antes de que la historia la haga añicos.
Estamos en el año 1925. El escenario se transforma en un hervidero de voces, gritos y sonidos: músicos afinando, vedettes ensayando, obreros pintando... Es la víspera de la gran apertura de La Criolla. El Maestro Riera dirige con entusiasmo caótico y el gestor Pepe hace números entre cigarrillos y promesas. Todo parece a punto de estallar cuando aparece el periodista Paco Madrid, decidido a escribir una crónica que inmortalice aquella noche irrepetible. En medio del desorden, la magia comienza a latir. La Criolla, el cabaret más canalla de Barcelona, se prepara para nacer como mito.
Se abre por primera vez La Criolla, estallando en un espectáculo exuberante que cautiva a la ciudad. La orquesta interpreta melodías frenéticas mientras Leopoldo Fregoli, el legendario transformista, ofrece una actuación memorable, cambiando de identidad ante un público embelesado. Esta noche, La Criolla es pura gloria, pero entre las sonrisas y el éxtasis se perciben indicios de un futuro turbulento. Hoy, sin embargo, solo hay lugar para la fiesta y la celebración.
Tras el éxito inicial, Pepe promete fama y riqueza a los trabajadores sin ningún contrato firmado. Xavier Cugat envía una felicitación desde Hollywood, y Paco Madrid consagra el local como centro de moda en Barcelona. Todo parece posible, pero las primeras tensiones aparecen con tratos privilegiados y miradas de recelo. La fiesta continúa entre elogios y brindis, pero una pregunta inquietante flota en el aire: ¿cuánto durarán las promesas antes de que la realidad las rompa?
La Criolla se convierte en refugio para marginados, artistas, aristócratas decadentes y almas errantes. En este paraíso efímero, la sociedad queda atrás y cada uno vive libremente su verdadera identidad. Pero bajo la superficie festiva se ocultan tensiones y juegos de poder que amenazan con estallar en cualquier momento. Entre humo, música y peligro, La Criolla celebra cada noche como si fuera la última.
Entre bastidores, las rivalidades entre vedettes estallan con reproches y celos. Flor de Otoño descubre una herida oculta bajo el maquillaje de Luz, víctima de maltratos. En un acto de solidaridad inesperada, Flor cura la herida de Luz, evidenciando la necesidad de protegerse mutuamente en un mundo cruel. Las cicatrices, más que ocultas, son compartidas.
Luz, después de años de abusos, mata a su proxeneta Mariano. Detenida y juzgada, Flor de Otoño asume su defensa ante el tribunal. Todo el barrio le da apoyo, excepto Pepe, que muestra su cara más despótica. Luz es finalmente absuelta por autodefensa, pero la traición de Pepe deja una profunda herida en La Criolla, donde se toma conciencia de que la justicia es un lujo para los poderosos.
El Maestro Riera, reflexionando sobre el sentido de la vida, defiende que la existencia solo tiene sentido como una melodía apasionada y auténtica. A pesar de vivir en una sociedad materialista y corrupta, él mantiene que la música es una fuerza vital. Pero se pregunta si la belleza tiene lugar en un mundo donde prevalecen el poder y el dinero. Su voz se mantiene fiel a su credo, aun sabiendo que quizás nadie la escucha.
La Criolla celebra el Carnaval con una fiesta desenfrenada que, además, busca recaudar fondos para renovar el local de cara a la Exposición Universal de 1929. El éxito económico es rotundo, pero detrás de las máscaras se cuecen ambiciones y tensiones. Cuando la fiesta termina, la realidad golpea inexorablemente, recordando que la gloria siempre lleva implícito un precio.
Con la Exposición Universal, La Criolla se transforma en un paraíso tropical y cosmopolita. El éxito y las ganancias son extraordinarios, pero detrás de este lujo exuberante comienzan a aparecer sombras inquietantes. En el apogeo de la gloria, La Criolla intuye el abismo que espera pacientemente su oportunidad.
El esplendor de La Criolla comienza a resquebrajarse cuando el dinero deja de ser un sueño compartido y se convierte en arma de poder. Pepe, ahora un déspota implacable, explota a sus trabajadores mientras las promesas de justicia y equidad se desvanecen. El ambiente se enrarece y los artistas se debaten entre la sumisión o el enfrentamiento, sabiendo que desafiar el orden establecido es arriesgarlo todo. En este nuevo escenario, el arte pierde valor ante la codicia, y el alma tiene un precio.
La Criolla se convierte en un nido de intrigas y traiciones con Pepe negociando con mafiosos y ultras, y La Asturianita revelándose como confidente de la Falange. El rumor de una visita de Trotski crea tensión y paranoia, culminando con la llegada de un falso revolucionario que provoca una redada policial. Con la ayuda de las vedettes, el misterioso personaje escapa, revelándose como un pistolero del Sindicato Libre. Mientras tanto, Sarah muestra los primeros síntomas de un mal que la consumirá en silencio.
La enfermedad de Sarah se hace evidente, pero en lugar de compasión recibe el desprecio de Pepe, que la expulsa del local para no asustar a los clientes. Los trabajadores estallan en indignación, recordando las promesas rotas, pero el miedo a perder el trabajo los mantiene callados. Solo La Asturianita permanece fiel a Pepe, conspirando con él para apoderarse del negocio. Sarah se marcha humillada y sola, y la revuelta, aunque ha comenzado, todavía no ha encontrado su voz.
Con la muerte de Sarah, Jean Genet llega a La Criolla como una nueva fuerza que altera el equilibrio. Enigmático y desafiante, trabaja para un proxeneta e impone su presencia con arrogancia. Su llegada incomoda a Luz y Flor de Otoño, que ven cómo el poder cambia de manos dentro del cabaret. En este nuevo escenario, nadie tiene el lugar asegurado, y cuando la música se detiene, siempre alguien cae. Con Genet en escena, todo se vuelve más volátil.
La muerte de Sarah deja a La Criolla en silencio. Luz, Flor y el Maestro Riera conviven con la ausencia, mientras el local parece perder su espíritu. Paco Madrid y el Maestro debaten sobre el arte y el sentido de la existencia, en un contraste entre razón y emoción. Riera responde con música, ofreciendo una última melodía llena de verdad y fragilidad. Cuando la última nota se apaga, el silencio confirma la desaparición lenta de un mundo que se desvanece como niebla.
Pepe desaparece con todo el dinero, dejando La Criolla en una ruina económica y moral. Los trabajadores, desamparados y traicionados, ven cómo el sueño se desintegra. Flor de Otoño descubre la complicidad de La Asturianita en el desfalco, y entiende que el espejo que reflejaba promesas ahora solo devuelve el reflejo de un sueño roto. La Criolla ya no es más que un espectro de su pasado.
Flor de Otoño consigue salvar La Criolla con el dinero obtenido a través de chantajes a los poderosos que un día la despreciaron. Con la complicidad silenciosa del Maestro Riera, aplica su propia justicia. Pero este acto la condena a un camino incierto. No es una heroína ni una criminal, sino una figura trágica entre dos mundos. El telón aún no ha caído, pero la tragedia ya ha comenzado.
Pepe inaugura un nuevo cabaret, Barcelona de Noche, pero un mes después es asesinado. Todas las miradas apuntan a los antiguos compañeros de La Criolla, pero nadie puede probar nada. La Asturianita, ahora del lado del poder, alimenta las sospechas. El crimen, sin culpables ni castigo, se desvanece en medio del caos de una guerra inminente. La justicia no llega, y solo queda una sombra más entre tantas.
Con Pepe, Sarah y Genet fuera de escena, La Criolla intenta sobrevivir convertida en cooperativa de artistas. A pesar del peligro inminente de los bombardeos, los trabajadores se aferran a la esperanza y a la memoria de lo que fueron. En un gesto de última resistencia, quieren mantener viva la esencia del local, sabiendo que quizás todo se desvanecerá, pero ellos seguirán vibrantes hasta el final.
Perseguida por los poderosos, Flor de Otoño se exilia, dejando una carta de despedida. Pero un bombardeo arrasa La Criolla y el sueño que representaba. La niña huérfana, entre las ruinas, lee la carta y da voz a la memoria. Cuando dice “¡Música, Maestro!”, el espíritu del cabaret renace simbólicamente. A pesar de la destrucción, La Criolla se transforma en leyenda, en música que nunca dejará de sonar. La música no ha muerto, solo ha cambiado de forma. Y todo lo que significó aún vive en la memoria de quienes la amaron. Porque la vida no se detiene, solo gira y gira, en un eterno vaivén donde el final y el principio son lo mismo.
La Nena (La Criolla) es una presencia sutil pero esencial en La Criolla, una joven huérfana de piel morena que recorre las calles del Raval, el Paral·lel y la Rambla vendiendo periódicos. Actúa como testigo del tiempo, conectando el mundo exterior con el universo cerrado del cabaret, gritando los titulares de las noticias que sacuden Barcelona. Su figura frágil, envuelta en ropa humilde y práctica, se destaca por el sonido distintivo que emite antes de cada anuncio con su pequeña flauta de pan, como si marcara el paso inexorable de la historia.
Con el tiempo, la Nena evoluciona, reflejando las cicatrices de la ciudad y de los personajes que habitan La Criolla. Su mirada, al principio curiosa e ingenua, se vuelve más sabia y llena de matices. Al inicio y al final de la obra, lee el libro de firmas del local, cerrando el círculo de la memoria colectiva. En su última aparición, su voz resuena en el escenario leyendo la carta de despedida de Flor de Otoño, dejando en el aire el eco de un mundo que se disuelve pero que nunca se borrará del todo.
Pepe de La Criolla era un hombre alto e imponente, de mirada astuta y gesto firme, un auténtico señor de la noche en el Barrio Chino. Llegado desde Almería, se hizo un hueco rápidamente en los ambientes más canallas de Barcelona, ganándose el respeto y el miedo tanto de los trabajadores como de los clientes. Al principio se mostraba como un hombre simpático y protector, capaz de mantener el orden con palabras ingeniosas o, si hacía falta, con el palo que guardaba tras la barra. Transformó La Criolla en el centro neurálgico de la transgresión y el placer, un cabaret que atraía artistas, aristócratas y delincuentes, convirtiéndolo en un hombre influyente y temido.
Pero la ambición lo devoró. Con el tiempo, Pepe se volvió despiadado, acumulando riqueza mientras explotaba a quienes trabajaban para él. Engañaba a músicos y vedettes, retenía beneficios y disimulaba la opulencia del local con excusas de falsa precariedad. Se rodeó de clientes poderosos y se adentró en negocios turbios, haciendo tratos con mafias y policías corruptos. Su caída fue inevitable: abandonado por los suyos y convertido en símbolo de traición, su final llegó de madrugada, asesinado a traición. Un crimen sin culpables, un silencio entre las sombras de un barrio que nunca olvida.
Pere Riera es el alma musical de La Criolla, un violinista brillante y apasionado que dirige la orquestina con maestría y sensibilidad. Hombre de principios firmes y espíritu pacifista, lucha por dignificar el trabajo de los músicos y artistas del cabaret, resistiéndose a la corrupción y la decadencia que lo rodean. Creativo e innovador, no solo marca el ritmo del local, sino que también le imprime una identidad única, mezclando jazz, tango y melodías latinas con una elegancia que cautiva a todos los que entran en el cabaret. Su amistad con Flor de Otoño va más allá de la música; juntos conciben la idea de una Cooperativa de Artistas, un intento desesperado de salvar La Criolla de la codicia de quienes la explotan.
Aunque su amigo Xavier Cugat le anima a marcharse a Nueva York para triunfar en la escena del jazz latino, Pere decide quedarse en Barcelona, vinculado a sus cuatro hijos y a su vida entre La Criolla, el Cuarteto de Cuerda de Barcelona y la Orquesta Pau Casals. Pero, cuando la ciudad se vuelve insostenible y el peligro acecha a quienes han desafiado el sistema, será él quien ayude a Flor de Otoño a exiliarse, abriéndole las puertas a una nueva vida en América. Su música, como su lucha, queda grabada en la memoria de quienes bailaron bajo su batuta, haciendo de Pere Riera un símbolo de resistencia en medio del caos.
Paco Madrid es un periodista en busca de una verdad que quizá no exista. Con solo 25 años, llega a La Criolla con el deseo de descubrir su esencia y convertirla en palabra escrita. Quiere descifrar el misterio de la magia en el arte, del talento, del "duende": ese momento irrepetible, ese instante de sublimidad artística que, según él, hay que diseccionar, racionalizar y explicar. Pero a medida que se adentra en el ambiente opresivo y magnético del cabaret, se encuentra con una realidad que escapa a su mirada analítica. Allí, nada puede reducirse a pura lógica: el ritmo, la pasión, la atracción y la tragedia se viven, no se explican.
Es Pere Riera quien le planta cara en ese eterno debate entre ciencia y emoción, razón e instinto. Mientras Paco defiende que todo puede explicarse con hormonas, impulsos cerebrales y reacciones químicas, Riera le responde con su música, haciéndole callar con una melodía que no necesita justificación. En ese momento, por primera vez, Paco duda. Tal vez no todo pueda describirse con palabras, tal vez el arte no sea un fenómeno que se estudia, sino una experiencia que se vive. Y quizá, por mucho que escriba, nunca llegue a formar parte de ese mundo que tanto desea comprender.
Flor de Otoño es el alma rebelde de La Criolla, un personaje fascinante que se mueve entre la seducción de la noche y la tragedia de una vida marcada por el desarraigo. Nacido como Lluís Serracant, hijo de una familia acomodada, renegó de su mundo de origen para abrazar la libertad de los márgenes, travistiéndose cada noche y convirtiéndose en un icono de ese cabaret. Carismático e indomable, su fragilidad solo es comparable a su fuerza: un cocainómano perdido en el placer efímero, pero también un pistolero anarquista dispuesto a desafiar al poder. Entre las paredes de La Criolla, es una estrella que brilla con luz propia: un artista, un justiciero y un soñador que lucha por los suyos.
Cuando Luz, atrapada en un infierno de violencia, mata a su proxeneta, es él quien la salva de la cárcel, demostrando que su lealtad está por encima de cualquier peligro. Pero sabe que su tiempo se acaba. Firma la última entrada del Álbum de firmas con una frase que resuena como un epitafio: "La vida es un tango y la muerte un pasodoble, y hay que saber bailarlos." Antes de exiliarse, deja escrita una carta de despedida que se convierte en el último latido de La Criolla, el manifiesto de una vida consumida entre pasión y revuelta. Flor de Otoño no desaparece, se transforma en leyenda, en el recuerdo de una Barcelona que nunca olvidará su nombre.
La Asturianita es una figura vibrante y excesiva, un personaje que oscila entre el encanto y la tragedia, entre la risa exagerada y el llanto histérico. Travestida y teatral, vive por y para el drama, exagerando cada emoción hasta convertirla en un espectáculo propio. Obsesionada con su imagen, se maquilla y se viste como si cada noche fuera una gran premiere, escondiendo bajo esa fachada a una persona profundamente herida y marcada por un pasado de violencia y rechazo. En Flor de Otoño encuentra a una amiga y protectora, alguien que le sirve de guía y la sostiene cuando el peso de su propia inestabilidad amenaza con hundirla.
Pero bajo esa máscara de fragilidad y lágrimas, se esconde una traición. La Asturianita no es solo una vedette de La Criolla; es una infiltrada, una confidente de la policía y de Pepe, vendiendo información sobre sus compañeros a cambio de dinero y seguridad. A medida que el cabaret se convierte en un nido de conspiraciones y resistencia, su papel se vuelve cada vez más oscuro. Cuando la verdad sale a la luz, ya es demasiado tarde para redimirse. Su historia es la de un personaje atrapado entre dos mundos: la familia que había encontrado en La Criolla y el miedo que la llevó a traicionarlos.
Sarah, "la Cubanita", es una de las últimas grandes damas del Barrio Chino, una vedette de voz ronca y mirada cansada que ha visto cómo el tiempo y la noche devoraban a muchos antes que a ella. Con su acento dulce y cadencioso, lleva la sensualidad caribeña al cabaret, adaptándose con facilidad al nuevo repertorio de ritmos latinos que conquistan la pista de baile. A pesar de su presencia magnética y su porte de mujer fuerte, es una superviviente en un mundo donde la belleza y la juventud tienen un alto precio. Conoce a Pepe de La Criolla mejor que nadie, sabe de su crueldad y abuso de poder, pero guarda silencio por miedo a perder su lugar, porque en su mundo, los secretos son moneda de cambio.
Pero el paso del tiempo y la enfermedad no perdonan. El tabaco y el alcohol, que un día fueron compañeros de fiesta, se convierten en su condena, llevándola a una muerte prematura por tuberculosis y cirrosis hepática. Antes de marcharse, reaparece para advertir a Luz y a sus antiguos compañeros sobre la verdadera naturaleza de Pepe, rompiendo finalmente el silencio que la protegió durante tanto tiempo. Su ausencia deja un vacío irreparable en La Criolla: un hueco en el escenario y una copa sin beber en la barra. Cuando su voz se apaga, no solo muere Sarah, muere también una parte del alma del cabaret.
Luz es la luz que lucha por no apagarse en la oscuridad de La Criolla. Joven, bella y con un espíritu aún no completamente roto, es una vedette y dama de compañía que sobrevive en un mundo donde la inocencia se disuelve demasiado rápido. Su voz dulce y su presencia cautivadora esconden una vida marcada por la violencia y la sumisión, atrapada en una relación tóxica con Mariano, su hombre y su verdugo, un chulo despiadado que la maltrata física y psicológicamente, recordándole cada día que le pertenece, que no tiene escapatoria.
Pero Luz no está dispuesta a morir en silencio. En un acto de desesperación y autodefensa, mata a Mariano, rompiendo el ciclo de terror que la consumía. En un mundo donde la justicia a menudo favorece a los poderosos, es Flor de Otoño quien la ayuda a recuperar su libertad, logrando que sea declarada inocente. Su absolución se celebra no solo en La Criolla, sino en todo el Barrio Chino, porque su historia es la de muchas mujeres que no han podido defenderse. Desde ese momento, Luz ya no es solo una vedette; es una mujer que ha tomado las riendas de su destino, una voz que resonará en la noche de Barcelona, libre por fin de su sombra.
Jean Genet llega a La Criolla como un espectro errante, un joven ladrón, violento y provocador, marcado por su propia marginación. Travestido, delincuente y poeta sin patria, se mueve por el cabaret con la insolencia de quien no tiene nada que perder, pero también con una lucidez que incomoda. Su belleza andrógina y su actitud desafiante lo convierten en una figura inquietante, un outsider que observa el mundo con desprecio indiferente, mientras a la vez desea formar parte de él. Sustituye a Sarah cuando ella cae enferma, pero no solo ocupa su lugar en el escenario: también hereda sus secretos, sus alianzas y sus peligros.
Su talante intelectual lo convierte en un elemento discordante dentro de La Criolla. No busca solo sobrevivir, sino desafiar las normas, forzar los límites de la moral y la hipocresía. Es un reflejo de la exclusión social, del amor prohibido y de la doble moral, un personaje que incomoda tanto como fascina. Su relación con Pepe de La Criolla es de interés y oportunismo: cuando este abandona el cabaret para fundar Barcelona de Noche, Genet lo sigue, porque entiende que su supervivencia depende siempre de mantenerse cerca del poder, hasta que pueda derrocarlo.
Trotski es un joven anarquista de mirada inquieta y espíritu insumiso, un pistolero del Sindicato Libre que vive al límite entre la revolución y la perdición. Con su aspecto de estudiante de seminario, parece más un intelectual que un hombre de acción, pero tras sus ojos vivos se esconde un pasado de violencia y huidas. Su apodo, puesto con ironía por sus compañeros, será su condena: cuando la Policía Secreta y la Brigada de Investigación Criminal lo confunden con el revolucionario ruso, La Criolla se convierte en el escenario de una redada brutal.
A pesar de sus conexiones con el mundo clandestino del Barrio Chino, Trotski no es un hombre de poder, sino uno más entre muchos que buscan un futuro en medio del caos. En La Criolla comparte risas y conspiraciones con Flor de Otoño, se cruza con Luz, y se mueve entre artistas, delincuentes y políticos que intentan sobrevivir en un mundo que se descompone. Pero sabe que su libertad es efímera. La ciudad arde, los bandos se definen, y él debe elegir entre disparar o ser disparado. Trotski es un reflejo de la Barcelona convulsa de los años 30: demasiado joven para morir, demasiado peligroso para sobrevivir.
Leopoldo Fregoli, el maestro del transformismo, irrumpe en La Criolla como una leyenda viva, un mago del escenario capaz de reinventarse en cuestión de segundos. Conocido en todo el mundo por su increíble habilidad para cambiar de personaje, vestuario y maquillaje a una velocidad vertiginosa, su presencia en el cabaret se convierte en un acontecimiento histórico. Aunque se había retirado en 1920 por problemas de salud, a sus 58 años acepta una última actuación para inaugurar La Criolla, convirtiéndola en el epicentro del transformismo y la ilusión escénica.
Su participación en el musical no es solo un espectáculo, sino un rito de paso: el momento en que un icono del pasado cede el testigo a una nueva generación de transformistas y artistas de la noche. Ante un público selecto y embelesado, su actuación se convierte en una metáfora del cambio, del teatro como refugio y del cabaret como templo de libertad. Cuando Fregoli baja del escenario, no solo se despide de una carrera gloriosa, sino que consagra a La Criolla como el nuevo centro del transformismo y la subversión escénica en Barcelona.
Josephine Baker llega a La Criolla como un huracán de ritmo, sensualidad y desafío. La gran diva afroamericana, que ya había conquistado París con su arte transgresor y su icónica “danse sauvage”, se convierte en la atracción estelar de una noche que quedará grabada en la historia del cabaret barcelonés. Con su energía desbordante y su estilo exótico, Baker se integra en la niebla de La Criolla como si siempre hubiera pertenecido a ese mundo donde el exceso, el escándalo y la belleza se funden en una sola experiencia.
En el musical, su actuación es el punto culminante de una noche de magia y transgresión, un momento en el que La Criolla se convierte en el epicentro de la vanguardia europea. Con su piel brillante bajo los focos y su movimiento hipnótico, Baker no solo seduce al público, sino que rompe esquemas, haciendo del escenario un espacio de libertad, diversidad y reivindicación racial. Su paso por el cabaret es fugaz pero imborrable, un instante de gloria que eleva a La Criolla al nivel de los grandes locales de la época. Cuando su voz y su cuerpo se funden con la música, la ciudad se detiene por un momento, y la noche se vuelve inmortal.
Salvador Dalí irrumpe en La Criolla como una epifanía surrealista, un espejismo escénico que desafía la lógica y abre las puertas de la conciencia a un universo donde el sueño y la realidad se funden. Con su bigote imposible y una voz hipnótica cargada de metáforas delirantes, Dalí aparece en medio del caos emocional de la escena, como un orador del subconsciente, trayendo consigo la mandanga definitiva: una sustancia que transforma el dolor en poesía y la lucidez en locura.
Su irrupción no es anecdótica, sino ritual: actúa como un chamán visionario, ofreciendo a los personajes una pastilla que los transporta a un estado de ópera absurda, donde los acentos diacríticos bailan claqué y los relojes blandos lloran vinagre. A través de un monólogo envuelto en ambigüedades y paradojas, Dalí revela la falsedad del discurso político, el engaño de las promesas y el artificio del poder, con una crítica lúcida a la sociedad de su tiempo —y del nuestro.
En el musical, Dalí no es solo un personaje: es una fuerza estética, una idea, una tormenta de simbolismo visual y sonoro que irrumpe para transformarlo todo. Su presencia escénica, a medio camino entre el cabaret y el inframundo onírico, convierte La Criolla en un escaparate del surrealismo más puro, justo antes de su destrucción definitiva.
Cuando Dalí desaparece, no se desvanece, sino que deja un rastro, una estela de inquietud y maravilla. Ha sembrado la duda, ha revelado el engaño, y con un último grito —“¡Con mandangas no me vengas!”— cierra su número como quien cierra una dimensión paralela. Su aparición marca un antes y un después en el relato, un momento de delirio lúdico que abre la puerta a la crítica, a la libertad y al arte sin filtros. Con él, La Criolla no solo es refugio, sino también revolución.